Al igual qe el country y el ska, el hip hop -y especialmente el norteamericano- me parecía un género muy limitado por sus reglas, las cuales dejan poco espacio para variaciones e innovaciones, amén de dejar de ser hip hop -o country o ska. Tal vez era yo un intolerante, de esos qe se filtran en un género y mandan a todos los demás a la hoguera porqe "todas las canciones suenan igual y no tiene chiste". Sin embargo, vía MTV me receté un par de sencillos de Missy Elliot aderezados con sendos videazos bien chévere y lo encontré interesante. No era igual al resto. Tenía esas disonancias harmónicas qe tanto disfruto en la música y los fraseos del rap no eran tan predecibles. Pensé qe tal vez mis estereotipos me estaban manteniendo alejado de algo qe estaba padre. Abrí mi mente y me hice de The Cookbook, el nuevo álbum de Missy Elliot.
Bah. Pues creo qe tenía razón. A excepción de los dos singles qe había oído y algún otro momentito por ahí, este disco era todo lo negativo qe había pensado qe sería. Mil voces empalmadas, letras sobre la supremacía del rapeando y su grupo de amigos, sampleos casi aleatorios y obsesivamente repetitivos y trece invitados en cada canción. Al hip hop le urge un redentor, o dentro de diez años seguirá sonando igual qe hoy, así como hoy suena igual qe hace diez años. Sólo han cambiado los autos: en los noventas eran como Corvettes, ahora andan en Hummers.